Recientemente asistí al Martials
Arts Hall of Fame en Valencia, allí realizamos sesiones de entrenamientos y sostuvimos charlas con colegas
de distintas procedencias, tanto geográficas cómo de diferentes estilos.
Pudimos ver el trabajo de varias policías internacionales, entre otros trabajos, y lo que más me llamó la
atención fue la aportación de un colega de Kaisendo, Rafael Carriet, el cual, aparte
de ser un reputado instructor de artes marciales y sistemas de defensa personal,
es perito judicial en el uso de la fuerza. Rafael nos hizo unas reflexiones
muy interesantes sobre el uso de la fuerza, cuestiones que están llegando ya a
los tribunales.

Evidentemente esta situación se agrava cuando uno pertenece a algún colectivo
relacionado con la seguridad. Dónde la responsabilidad es todavía mayor.
No seré yo quien critique técnicas, pues cada sistema ha sido desarrollado
para entornos específicos, y forman parte de la antropología marcial, aunque en
pleno siglo XXI debemos hacer prevalecer el sentido común. Quizás, la
neutralización de una agresión empleando técnicas de un sistema militar, de forma
drástica, no es la mejor opción. Y es que en la mayoría de casos el problema no
reside en el sistema empleado, si no en el instructor que nos ha entrenado.
Cómo instructores somos, en cierta medida, responsables de la actitud y actuación
de nuestros alumnos, y nos guste o no, esa es la grandeza de la docencia de
AAMM. Formar, educar y plasmar los valores adecuados en nuestros alumnos. Claro
que eso mismo piensan los juristas y ya se están derivando responsabilidades
por el uso inadecuado de la fuerza a los instructores.
Es por ello que debemos tener especial cuidado en explicar y exponer a
nuestros alumnos, las distintas opciones que tenemos ante una agresión, desde
la mejor y más elemental, la disuasión verbal, a la más expeditiva. Debiendo siempre
escoger la que nos libre de la agresión con el mínimo daño posible al agresor.
Y siempre bajo el principio de la proporcionalidad.
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